Pese a que la mañana había amanecido fría, el sol ya
calentaba mis pasos sobre el duro asfalto y Melón me seguía obediente. Nada me hacía
presagiar lo que vería tras una árida loma del prepirineo aragonés. Me habían dicho
que el sitio merecía la pena. La ociosa mañana que me esperaba, la compañía de
un nuevo conocido y de un can, cuanto menos peculiar, terminaron por decidirme.
Resplandeciendo
al sol matinal los dorados y blancos de la estupa del monasterio budista de
Panillo confundieron mis sentidos. Por un momento, me vi trasladado a Nepal, al
Himalaya, me dieron ganas hasta de soltarle un “namaste” a un paisano que nos
cruzamos camino al monasterio. Los banderines de oración se mecían con la plácida
brisa. Qué raro era todo. Tan cercano a eso que meses atrás vivía, pero a la
vez tan alejado. No solo por los más de 8000 km que me separaban de ese
precioso valle del Khumbu, sino porque había detalles que me hacían recordar
que seguía en occidente: el asfalto bajo mis pies, los cables de alta tensión
que cruzaban la estrecha calzada y el detalle que me despertó de mi letargo: un
coche aparcado a la sombra de la estupa. Pese a todo, el sitio emanaba
tranquilidad y belleza por todos sus rincones. Los pacientes monjes y lamas han
conseguido hacer de este rincón del prepirineo aragonés un lugar que sin duda
evoca a otros lugares cercanos, pero a la vez muy distantes.
El monasterio de Panillo o Monasterio Budista Dag Shang
Kagyu, se encuentra al norte de la provincia de Huesca, concretamente en la
localidad de Panillo, cercana al Municipio de Graus. Fue fundado en 1984 y hoy
en día es un centro espiritual y de retiro de numerosas personas, tanto
españolas como de otras nacionalidades.
Monasterio Budista Dag Shang Kagyu |