domingo, 7 de abril de 2013

Preparativos




      Me encuentro en Madrid. Esta ciudad me crea dos sensaciones totalmente opuestas. Me resulta enorme y demasiado caótica como para controlarla y conocerla pero, al mismo tiempo, me hace sentir que me encuentro en un sitio confortable y en el que todo sucede por alguna razón.


   El día ha comenzado como esperábamos: organización de petates y material, con esa interminable lista de tres folios que abrumaría a cualquiera, no tanto por la cantidad de material, sino por el importe de sus objetos. Parece que todo va bien y ninguno nos hemos dejado cosas importantes, más allá de unas fotos, un mechero o algún cordino; todo ello solucionable, contando que en Madrid hay de todo (bueno y malo) y en abundancia. Llega la hora de comer, y el arroz con verduras y la posterior plácida siesta no hacen presagiar lo mucho que se complicará la tarde.


     El plan no parece difícil: metro hasta el centro, donde nos haremos fotos y compraremos varias cosas; metro hasta una tienda deportiva, donde haremos unas últimas compras y metro hasta casa prontito, para cenar y organizarlo todo. Pues aunque no lo creáis se puede complicar, y mucho.


     Ya montados en el metro Alex se da cuenta de una cosa: nos hemos dejado la lista de la compra en casa. Bien, que no cunda el pánico, nos acordamos de todo, ¿no?. NO, demasiadas cosas. Bueno, en la siguiente parada cambiamos de metro y sentido y volvemos a casa a por ella. No se puede sin pagar otro billete, pues vaya fastidio, bueno vamos a hacer las fotos, ya que estamos, y volvemos, no hay problema.


    De nuevo montados en el metro, y esta vez con la lista, nos dirigimos a la tienda deportiva y empezamos a gastar y gastar: barritas, geles, cordinos, pilas, saco sábana y un largo etc. Pero una llamada nos sobresalta.


    Rubén había decidido mandar las cosas que no le dejaban subir en el AVE (piolet, crampones, navaja, hornillo...) por mensajería urgente; pero sorpresa, ha habido un fallo en la dirección y el paquete se ha extraviado. Así que debemos ir a la sede de la empresa e intentar conseguir el paquete a toda costa. Llamada tras llamada nos informamos de donde está la sede y constatamos que se encuentra en el otro extremo de Madrid... y que cierra en una hora.


    Llamamos a un taxi y le pedimos que vaya ligero, bueno, ligero tirando a rápido en plena hora punta de Madrid. Conseguimos llegar a tiempo, pero el dependiente no tiene ni puñetera idea de donde si quiera esta el paquete y nos dice que está en los envíos para el lunes y, dado que cogemos el avión el domingo, eso no son buenas noticias. Pero se porta bien y nos dice que si le describimos el paquete por fuera puede que exista una pequeña posibilidad de encontrarlo.


   40 minutos después estamos paseando por un polígono industrial de Vallecas, con un paquete (lo conseguimos con bastante fortuna) lleno de material caro y, ya para redondear, empieza a anochecer, así que somos el blanco perfecto de cualquier maleante.


     Finalmente, conseguimos llegar a una parada de metro después de 20 min de caminata y, a partir de aquí, la historia se suaviza bastante, dado que solo nos queda una hora de metro hasta casa. Aún así, en un metro abarrotado de gente pasan cosas sorprendentes, como encontrarse con un amigo del instituto de Logroño al que no ves desde hace años.


   Pero aún nos aguardaba una sorpresa más por la noche. Cuando a las 11 de la noche nos disponíamos a cenar, la ventana de cristal del horno decidió estallar y darnos el ultimo susto del día, sin más consecuencias que muchos cristales que barrer y tener que tirar las pizzas.

    Así que, como veis, los preparativos de un viaje no solo son complicados por el hecho de lo difícil que sea el objetivo o lo lejos que esté, sino por todos los imprevistos que te pueda deparar un mal día. 


Galería Preparativos

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